Y ahí estaba, parada frente a él, en ese grandísimo
aeropuerto, en esa Terminal tan odiada por muchos. Parada frente a él y sin
poder articular palabra. Después de todo lo que habían vivido, de todo lo que
habían sido capaces de superar, ahí estaban. Poniéndole punto y final a una
historia que hacía aguas desde el principio, y que ellos no quisieron ver.
Ahora todo el daño era mayor, ahora cada palabra que decían se les clavaba en
la sien, amenazando con no irse de allí jamás. Tenía ganas de llorar, tenía ganas
de decirle que se quedase, tenía ganas de coger la pistola que tenía en la
parte trasera del pantalón y dispararle la única bala que había depositado en
ella. Tenía ganas de matarle, a la vez que de amarle. Y en cambio, ahí estaba. Sin hacer nad…
- Perdona.
- ¿Cómo?
- Si si, a ti…
- ¿A mí?
- ¿Cómo se te ocurre escribir eso?
- Perdona, esto es de locos, ¡eres mi personaje!
No puedes hablar.
- Eres un estúpido – se detuvo un momento – me
haces enamorarme de él durante toda la novela, me haces que supere con él
muertes, peleas, robos, desgracias y más desgracias, que todos sabemos que unen
a las personas. ¿Y ahora pretendes que, o lo mate o deje que se vaya al puro
estilo de una película americana ñoña?
- No veo dónde está el problema.
- Me estás cabreando, y te recuerdo que tengo una
pistola.
- No seas estúpida tú, sabes perfectamente que
puedo escribir ahora mismo que le disparas y se acabó el problema.
- No lo hagas. Yo no quiero que se muera, mucho
menos matarle yo. Además, sabes que no puedo hacerlo, pertenezco al cuerpo de
policía y me echarían, por no mencionar que tendría que ir a la cárcel.
- He diseñado demasiado bien tu personaje, siempre
tan meticulosa, tan atenta a todo, con todos los cabos tan bien atados, todo
bajo control. Pero asúmelo, no eres más que eso: un personaje dominado por mí,
tu destino estará escrito, tu destino está en mi mente, no existes. No eres más
que un producto de mi imaginación.
Entonces, ella sacó la pistola de la parte trasera de su
pantalón y disparó, disparó esa última bala que le quedaba. Le vio caer al
suelo, primero apoyando todo su cuerpo en sus rodillas, y después poco a poco,
se fue dejando caer hacia un lado. Ella tiró la pistola al suelo y se llevó las
manos a la cabeza, tenía razón, no era más que un personaje, su vida estaba
dominada. Y, aunque llevaría ese asesinato toda la vida en su cabeza, se sintió
aliviada, porque en todo ese tiempo se había odiado a sí misma por hacer cosas
sin sentido, por tomar decisiones incoherentes, por no vivir la vida como
muchas personas a su alrededor la vivían, y ahora comprendía que en realidad no
eran sus decisiones, ni sus actos, que en realidad la habían diseñado así, y
habían hecho con ella todo lo que había querido la sociedad del momento. Su
vida no había sido más que una novela ligada al marketing, del cual el autor
conocía muy bien los patrones a seguir, lo que la gente quería leer, lo que
vendía. Era únicamente un producto que comprarían, sin más.
FIN.
Mónica.
que molon te ha quedaooo! y eso que el temita se las trae!
Lo tuyo tiene doble mérito!!! =D
Y qué cruel el autor que no los ha dejado vivir juntos para siempre... =( A ver si voy a hacer yo la secuela y me lo cargo!!! Grrrr jajaja =p
Bravo! eres la primera... y ya has disparado la pistola XD veamos lo que hacen las demás :) No obstante, no has matado al autor... que curioso XD